La Declaración Universal de Derechos Humanos está compuesta por una serie de derechos que no se cumplen en su totalidad. Regula derechos como la libertad, la propiedad, la seguridad o la igualdad ante la ley.
A mi modo de ver, la Declaración Universal de los Derechos Humanos apela una serie de valores que en la sociedad, ésta, en la que vivimos, no encuentra cuna para su desarrollo. La opresión que existe en la actualidad la priva de esa igualdad tan deseada por algunos y tan utilizada a favor de otros.
Actualmente todo gira en torno a un mundo cada vez más polarizado, del que solo unos pocos salen beneficiados.
Desde mi punto de vista, el artículo I es la clave de todo el escrito. Usando unas palabras tan sencillas e inalcanzables como lo son la Igualdad y Libertad define con acierto lo que debería ser la sociedad idónea, en la que nadie debería morir por algo tan fácil de suplir para nosotros y complicado para otros, como es: el hambre.
En este mundo en el que vivimos, los llamados siete pecados capitales son los que rigen la ideología mundial.
Parece imposible que este escrito se hiciera con la finalidad de alcanzar unos progresos tan imposibles para las gentes de una época pasada y tan supuestamente fáciles para ésta, ya que si la tecnología evoluciona, ¿las mentes también?
El motor del mundo es, indiscutiblemente el dinero y la lucha de los humanos por conseguirlo. Así, se observa que, parece más importante el fin, que los medios, es decir, existe un único objetivo convertido en obsesión, no hay prejuicios por conseguirlo dañando al propio entorno sin miramientos. Quizá la sociedad perfecta no exista y sea una falacia creada por el anhelo de una felicidad narrada por ilusionistas.
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